La Virgen María Nos Ayuda a Dar Posada a Su Hijo Jesús

Homilía en la Ocasión de la Cruzada Guadalupana Arquidiocesana
7 de diciembre de 2019; Catedral de Santa María 
Lecturas: Za 2, 14-17; Jdt 13; Lc 1:39-47 

Introducción 
Bienvenidos y felicidades a todos ustedes que han completado esta vigésima sexta Cruzada Guadalupana y esta caminata larga y agotadora. Ustedes han  soportado el frío, el cansancio, y hasta la lluvia. ¡Damos gracias al Señor por la  lluvia! La lluvia es una señal de que el cielo está llorando. ¡Pero estas son lágrimas  de alegría! El cielo está lloviendo lágrimas de alegría por su manifestación de tan  gran amor y devoción a la Santísima Virgen María. 

Haciendo Posada para Jesús 
En realidad, este período del año está llena de procesiones. Otra serie de  procesiones es la novena de Posadas, que en unos pocos días se iniciará para que  nos preparemos para la Navidad, cuando Dios viene a encontrarnos. Los cantos de  la Posada son muy queridos a todos nosotros. En la conclusión, en el canto final,  se canta con mucha alegría estas palabras muy conocidas a todos: “Entren santos  peregrinos, peregrinos, reciban este rincón; aunque pobre la morada, la morada, se la doy de corazón.” Y así es Dios: viene a buscarnos, busca que Lo recibamos, nos  pide posada – posada en nuestro corazón.  

En la primera lectura de esta Misa, oímos por medio del profeta Zacarías las  palabras del Señor dirigidas a Su pueblo: “yo habitaré en medio de ti,” y también,  “¡el Señor … se levanta ya de su santa morada!” El Señor se baja del cielo – Su  “santa morada” – para estar con nosotros. ¿Por qué? Porque cuando amas a  alguien, quieres estar con esa persona. El amor significa la presencia. La cosa más  importante es simplemente estar en la presencia del amado. Por eso el Señor quiere estar presente con nosotros, nos viene para que habite en nosotros. Pero,  cuando llega, ¿Lo recibimos? ¿Encuentra el Señor verdadera posada en nuestro  corazón? 

Corazón Abierto 
“Aunque pobre la morada, se la doy de corazón.” ¿Es cierto para nosotros?  ¿Damos al menos un pequeño rinconcito de nuestro corazón como Su morada? Si  uno trata pero a veces cae, no hay que temer – tenemos a la Virgen para ayudarnos. 

Observen cómo reacciona la Virgen María después de oír el anuncio del  Arcángel Gabriel que va a ser la Madre de Dios. Nos dice San Lucas en el  Evangelio que acabamos de oír: “En aquellos días [es decir, los días en que recibió

el anuncio de Gabriel], María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas  de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel.” 

Nuestra Santísima Madre se apura para estar con su prima Isabel, para  hacerle compañía. ¿Por qué? Porque el amor significa presencia. Estas mujeres  primas estaban al centro de los misterios más profundos de nuestra salvación. Con  tanto grande amor al Señor y a su prima Isabel, la Virgen María no pudo sino darse  prisa para estar con su prima. 

Dios-con-Nosotros 
Y así es la Virgen con nosotros, y es por eso que se apareció aquel día predestinado a Tepeyac. Ella quiere estar con nosotros; continúa a llevar a su  divino Hijo al mundo, a todo el mundo. Sí, se apura para estar con nosotros, para  caminar con nosotros, acompañándonos en nuestro camino hacia el Reino de su  Hijo, incluso con todos los sufrimientos y dificultades que conlleva – ¡a veces más  duros que el frío o la lluvia! 

La Santísima Virgen lleva a su Hijo a todo el mundo para seguir en su papel  en el plan de Dios para nuestra salvación que ella empezó en su vida terrenal. Este  es el cumplimiento de la profecía del profeta Zacarías: “Muchas naciones se unirán  al Señor en aquel día; ellas también serán mi pueblo.” Como nos hizo en la tierra, así nos sigue haciendo desde el cielo: dando a luz a su Hijo, para que todo el  mundo camine en su luz, libre de las malas influencias de las tinieblas. Como la Virgen se encaminó presurosa a encontrar a su prima Isabel, así se  apura para encontrar a nosotros. Quiere estar con nosotros porque nos ama, y  quiere llevarnos a El que nos ama con el amor que nos rescate de las tinieblas del  pecado y de la muerte, de la tristeza y del miedo; para que su Hijo se queda  siempre presente en nuestro corazón. El mismo nombre de su Hijo es “presencia”:  “Emanuel,” que significa, literalmente, “Dios con nosotros.” Jesús está con  nosotros, y con la Virgen acompañándonos, ¡no hay nada que temer! 

Conclusión 
Como hizo en el Tepeyac hace quinientos años, lo hace todavía hoy: la  Virgen quiere siempre presentar a todo el mundo a su Hijo Jesús. Confiémonos en  ella, para que nos ayude a recibir a su Hijo Jesús en el rinconcito de nuestro  corazón, y así seguir adelante, aguantando las dificultades y siempre con alegría,  hacia nuestro destino final: la alegría eterna de su Reino.